Lo miremos como lo miremos, formar parte de este colectivo (los cueveros que nos llaman en Leymebamba), es algo que no dejará jamás de sorprendernos: cuando nos avisaron que un compañero había sufrido un accidente y no podía salir de una cueva a -400 m. de profundidad y a 9.174,22 km (en línea recta) de nuestras vida cotidianas; cuando nadie desde nuestras administraciones movió un dedo para prestarle auxilio; cuando parecía imposible movilizar todo un operativo de rescate, atenderle, sacarle de la cueva y traerlo a casa sin un rasguño de más… fuimos y lo hicimos.
Cuando en nuestro mundo parece que todo el mundo mira para otro lado, los espeleólogos nos hemos dado cuenta de que cuando estamos juntos y unidos somos grandes, pero además, y esto es importante, hemos aprendido que somos mucho más porque no estamos solos. Hemos tenido a nuestro alrededor tanta gente, que lo imposible se ha convertido en historia, y la historia se hace real minuto a minuto, gesto a gesto y, también euro a euro.
Hay muchos a los que agradecer mucho. El apoyo de cada uno ha conseguido que incluso podamos cerrar las cuentas y decir que el recate ya está pagado. Con tanto paro como hay entre nuestra gente, con tanta falta de seguridad y de tantas cosas, hemos sido capaces de hacer lo que nadie podía vaticinar. Que cuando estamos juntos somos grandes, y cuando somos grandes, nos podemos permitir el lujo de seguir soñando. Porque es posible hacerlo.
Cerramos esta página de nuestra vida, (los informes del rescate que iremos publicando según se vayan fraguando). Cerramos la cuenta de la petición de ayuda porque ya no hace falta. Porque lo hemos conseguido. Porque no estamos solos y porque tú, junto con muchos otros, has conseguido que sucediera. Ceci está aquí y está bien. De eso se trataba.
Gracias Compañeros.